Esta vez se nos tiene que dar, habrá pensado Angelito cuando encaró. El jugador que intentó marcarlo se comió el amague y lo tocó haciéndolo caer al verde césped del área. El juez marcó penal y la zurda mágica de Leo lo ejecutó. ¡Gol! Una sola palabra de tres letras se hace infinita en la garganta de miles de locos en las tribunas y de un país entero pegado al televisor. Lionel, siempre Lionel. Messiento feliz, messiento ilusionado. Porque el sueño se iba convirtiendo en realidad y la realidad en delirio. Se nos infló el pecho hasta querer explotar. Porque los muchachos ya estaban bordando la tercera estrella en el pecho argentino. Aunque todavía faltaba recorrer un tramo, y más largo y electrizante de lo que creíamos.
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