Íbamos ganando por un gol. Un partido que parecía ganado, pero se nos empiezan a venir. De repente un australiano encara a uno nuestro, a otro, se pasa a un par más. Y yo pienso: ¿Quién te crees que sos, papá? ¡Esto es Argentina! Acá se sufre hasta el último momento, pero siempre un caudillo se convierte en prócer. ¡Aparece Lisandro querido nomás! Resbala la camiseta por el pasto, barre al rival y el tiro se va por arriba del travesaño. ¡Ay Dios, estuvimos a una punta de botín de poner en peligro la continuidad! Gracias Lisandro, gracias Selección.
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